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Abby está muerta de aburrimiento en el hotel donde descansa con su madre. Imprudente por su juventud, entra en la misteriosa habitación veintiuno y descubre allí el retrato de Walton. ¡Le da un beso y otorga vida al retrato! Mala suerte, despierta al fantasma más doloroso que uno pueda imaginar. Walton es insoportable, se pasa los días gimiendo, quejándose de todo y huele terriblemente mal. Tendrá que enfrentarse a la mismísima Muerte y sus secuaces con rostros inverosímiles en lo más profundo de un bosque misterioso para evitar acabar con su vida acosada por Walton, el fantasma de inmunda estupidez.