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En su análisis de los males patrios, Ortega desborda el marco regeneracionista del «problema de España» y lo disuelve en el más amplio y acuciante «problema de Europa». En la línea objetivo-naturalista dirá que «es falso suponer que la unidad nacional se funda en la unidad de sangre» y en la línea subjetivo-voluntarista afirmará que la fuerza de cohesión de una nación se basa en «un proyecto sugestivo de vida en común».