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Leí que cuando alguien muere lo habitual es devolver a sus remitentes las cartas que estaban en posesión de la persona fallecida. Por respeto, al parecer. Y, también, que tras el fallecimiento de ambas partes se quema el conjunto de su correspondencia.Me pregunto cómo es posible que esos diálogos puedan lograr en su conclusión lo que no lograron en su transcurso: el encuentro de la voz intercalada. Tal vez la carta consista en hacer de la distancia la condición para la cercanía más íntima: decirte algo que, de otro modo, no me atrevería a decirte. Después de todo, hay cosas que solo pueden decirse por carta.