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La senectud ha existido desde que el hombre existe; pero, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de Cicerón, nuestras sociedades han perdido la capacidad de pensar en la vejez sin asociarla a la decrepitud. En esta carta sin respuesta, Pedro Olalla entabla un vívido diálogo con un pensador de la Antigüedad tan comprometido con el destino de su comunidad como él.