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Al abrirse la tumba de Bianca de Medici, en ella reposaba intacto el cuerpo de una muchacha que parecía dormida. Los rizos rubios del pelo, las facciones suaves y perfectamente dibujadas, los labios rosados... Todo en ella transmitía placidez. Entre sus manos sujetaba un pequeño libro con tapas de nácar, donde Bianca nos cuenta su propia historia.