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Las dos musas o modelos son Esterlina de Varese, lunática y despreocupada, y Beatriz Vieco, "carnal e irreal". Personajes guiados todos ellos por la sensibilidad ante el arte cuando no son ellos mismos arte. Muy distinto es La mosca, el más narrativo, con una extrañeza ahora marcada por los recuerdos y por una peculiar situación. Y el libro culmina con el excelente entre excelentes El viajero perdido, como el anterior marcadamente narrativo, aunque dominado por lo onírico y por el déjà vu. El lector de El hombre que rezó a Baudelaire tiene la inquietante y reconfortante sensación de que todo está movido por una mano invisible. ¿El destino o la propia escritura de Cano Gaviria, donde los sueños alcanzan la apariencia de realidad y la prosa la difícil calidad de un clásico del género?. La Vanguardia Juan Antonio Masoliver