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El ejercicio de la fisiología sexual es una sólida tradición cuyo estudio (qué ocurre, por qué ocurre y cómo lograr que ocurra mejor) ha constituido la actividad remunerada o el pasatiempo intelectual de cerebros tan variados y eminentes como Leonardo Da Vinci, Kyusako Ogino o James Watson, biólogo de fama helicoidal. Y conviene advertir que sus atrevidas averiguaciones se han producido tras las entornadas puertas de laboratorios, burdeles, granjas porcinas, domicilios conyugales, sex shops, oficinas o despachos.