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HIJOS DEL DIOS BINARIO
Título:
HIJOS DEL DIOS BINARIO
Subtítulo:
Autor:
GIL, DAVID B.
Editorial:
DEBOLSILLO
Año de edición:
2016
Materia
NARRATIVA
ISBN:
978-84-8365-854-3
Páginas:
576
Encuadernación:
Otros
Disponibilidad:
Sin Stock. Consultar Disponibilidad
18,90 € Comprar

Sinopsis

Hijos del dios binario de David B. Gil es un apasionante thriller con tintes futuristas en el que la intriga y la tensión van incrementándose a medida que avanza la novela.Un secreto silenciado durante décadas. Un proyecto capaz de cambiar el curso de la historia.En un mundo que se vuelve cada vez más intangible, los poderosos, nostálgicos de un pasado que apenas conocieron, compiten por hacerse con cualquier icono de la era predigital. Daniel Adelbert, un «prospector» especializado en recuperar piezas del siglo XX, es contratado por el coleccionista Kenzô Inamura para encontrar no un objeto, sino a una persona: un hombre que se movió entre las sombras del pasado siglo e influyó de manera decisiva en su desarrollo.En el otro extremo del mundo, la periodista Alicia Lagos recibe un extraño correo de su exnovio recientemente fallecido. El mensaje parece legarle una investigación inconclusa, poniéndola sobre la pista del misterio oculto tras los muros del orfanato irlandés de St. Martha.Ambas investigaciones confluyen en una misma pregunta: ¿qué es el Proyecto Zeitgeist? La respuesta se halla bajo las piedras de la Ciudad Blanca de Tel Aviv, en los arrabales flotantes de Singapur y en el murmullo de la Red de datos. Responderla es desentrañar un secreto que ha costado la vida de muchos, un secreto silenciado durante décadas.«Ni verjas ni alambradas, ningún resquicio permitía atisbar qué había al otro lado de los altos muros. Sobre la puerta cerrada, siguiendo el arco que formaban las dos hojas de hierro, unas letras indicaban el lugar al que se había llegado: "Bienvenido a St. Martha", se leía, recortado contra el cielo gris. Pero el visitante no podría sino recelar de aquella bienvenida. Sellada y silenciada como una vieja tumba, St. Martha no parecía saludar la llegada de nadie.»