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Una de las preguntas más estériles que se puede hacer el lector de la obra de Jorge Luis Borges (1899-1986) es si realmente hay que tomarlo en serio o no; si al tomar la pluma estaba animado por genuinas inquietudes filosóficas o quería urdir divertimentos literarios y nada más. Para que la cuestión tuviera sentido, el escritor argentino debería haber sostenido una concepción trivialmente lúdica de la literatura y atrozmente severa de la filosofía. Enseñarnos a tomar tanto en serio como en broma una y otra es parte del legado que nos ha transmitido.