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En 1609 varias personas son acusadas de brujería en la aldea de Zugarramurdi. En estas circunstancias el general Bernardo envía a Alonso de Salazar y Frías a Logroño, sede del Santo Oficio. No se trata tan solo de hechicerías: los hay que confiesan asesinatos y la utilización de niños como acólitos del Gran Cabrón.