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Este libro aborda un tema tan importante como desatendido en la historiografía de la Revolución francesa: la historia, no de la Revolución misma, sino de su recepción e interpretación. «Todos nosotros -nos dice Hobsbawm- formulamos por escrito la historia de nuestro tiempo cuando volvemos la vista hacia el pasado y, en cierta medida, luchamos en las batallas de hoy con trajes de época. Pero quienes sólo escriben sobre la historia de su propio tiempo no pueden comprender el pasado y lo que éste trajo consigo.» Quienes han juzgado los acontecimientos de 1789 separándolos de los dos siglos de historia del mundo dominados por «los ecos de la Marsellesa», se condenan a no entender hasta qué punto la Revolución trasformó el mundo, irreversiblemente, al dar a los pueblos la convicción de que podían cambiar la historia por sí mismos. Por otra parte, los valores reivindicados por los revolucionarios, junto a los de la razón y la Ilustración, siguen siendo una herencia valiosa que nos conviene preservar, «cuando el irracionalismo, el fanatismo, el obscurantismo y la barbarie nos amenazan directamente».