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Desde la Antigüedad, las mujeres han demostrado tener una sensibilidad muy particular hacia las plantas y la jardinería. Por desgracia, tras la caída del Imperio Romano hay que esperar hasta el Renacimiento para que mujeres de la alta nobleza puedan dedicarse de nuevo a este arte tan sutil, en el que la paciencia y la mirada femenina obraron maravillas. Los jardines se convirtieron así en lugares de autorrealización donde la sensibilidad femenina pudo expresarse con la libertad de la que carecían en los demás ámbitos de la expresión artística. Las autoras también analizan el poder metafórico de las flores como emblema femenino en la literatura universal y como motivo pictórico para numerosas mujeres artistas.