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¡Acción, humor y aventuras! Primera entrega de una divertida serie de novelas infantiles firmada por uno de los escritores españoles de mayor éxito, junto a la psicóloga infantil Bárbara Montes. Imagina que tus padres te envían a pasar las vacaciones con tus  estrafalarios abuelos en una casa perdida en un lugar llamado Punta   Escondida, lejos de tus amigos y de la Play. No parece el mejor plan, ¿verdad? Imagina ahora que tu abuela cocina tartas mágicas capaces de  hacerte volar por los aires, que tu abuelo tiene un laboratorio lleno de  inventos alucinantes y que en el desván vive un tipo verde y enorme  llamado Rex que, a pesar de sus terroríficas fauces y su larga cola, es de lo más encantador. Eso ya suena bastante mejor, ¿no? Y si además conoces a una niña un poco rarita pero muy simpática, y  vivís juntos la mayor aventura que jamás hubieras imaginado, entonces  puede que estas sean las mejores vacaciones de tu vida... Comienza a leer...
«El pueblo de Bahía Calamar parecía sacado de una de esas postales  que le enviaban mamá y papá cuando salían de viaje de fin de semana y él  se quedaba con la canguro: no muy grande, con calles empedradas y casas  con fachadas pintadas de rojo, amarillo, azul, rosa... Si hubiese una  palabra que lo definiese a la perfección, esa palabra sería ABURRIDO.  El camino de la costa no era más que un camino de tierra, con la  playa (enorme, de arena fina y blanca) a un lado y, al otro, un   frondoso bosque de enormes robles, hayas y muchos otros tipos de  árboles que él no conocía... Tal vez tilos y fresnos. Max caminaba  pensando en lo desafortunado que era, en lo mucho que echaba de menos la  ciudad, a sus amigos y sus videojuegos. En lo maravilloso que habría  sido el verano con todos esos largos días por delante para jugar con la  consola en el sofá de su casa, ver la tele y bajar  de vez en cuando a  la piscina del lujoso bloque de pisos en el que vivía con sus padres. Tan inmerso en esos pensamientos caminaba, que no se dio cuenta de  que alguien le seguía, escondiéndose entre los árboles...»