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Caminar por el Mont Ventoux para Fabre era toda una epifanía: allí recordaba lo sencillo que es cautivarse con la forma caprichosa de los árboles, conmoverse con el cantar de los pájaros y el murmullode las piedras rozando las botas. Merece la pena que aguardemos hasta ver la naturaleza desplegarse en la labor colectiva de los insectos, en la migración de las aves a tierras más cálidas o el perfume del vetusto sotobosque.